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Una odalisca en el serrallo no puede arrebatarle autoridad al sultán

(Stendhal)

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Te invito a sumergirte en el mundo oriental misterioso y fascinante de las odaliscas. Imagínate que eres un hombre del siglo XIX y que acabas de conocer la existencia de los sultanes turcos y que estos poseen en su palacio tantas mujeres como quieren dedicadas a su placer personal y sobre las que ejerce un poder absoluto. Así lo cuenta Stendhal: “la venganza del amo es terrible, sangrienta pero militar y generosa: una puñalada acaba con todo”. Es decir, el poder de un sultán en su harén era tan grande que podía matar a sus concubinas de una puñalada “generosa” para proporcionarle un sufrimiento menor.

¿Puedes imaginar que el tema de las odaliscas tuviera un gran éxito en el arte? Si tienes en cuenta que la mayoría de los cuadros estaban pintados por hombres y dirigidos a un público masculino encontrarás el por qué: el tema disparaba su imaginación despertando un sentido de sensualidad y erotismo y añadía misterio a la relación de poder y el libre uso de la violencia por parte del amo.

Fue una época de exploraciones coloniales y de auge del comercio internacional en la que se conocieron las costumbres de nuevas culturas y en el arte se tradujo con representaciones de mujeres desnudas o semidesnudas en entornos lujosos y exóticos de placer e indulgencia. El papel de estas concubinas es ambiguo, entre amantes y esclavas. Así que con todos esos ingredientes se idealizó la visión de estas mujeres para escapar de la realidad y sumergir al espectador en un mundo de fantasía y ensueño.

La odalisca más famosa

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Jean Auguste-Dominique Ingres. Una odalisca o La gran odalisca. 1814. Museo del Louvre.

Adéntrate en el cuadro del maestro del Romanticismo, Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867). Esta primera Odalisca fue tan imitada que marcó el icono a representar: ambiente lujoso y exótico con escena erótica para cautivar los sentidos. Estás en un harén donde una mujer de figura exuberante y seductora reposa y te mira directamente a tus ojos. Está desnuda pero lleva joyas y turbante. Además, a la derecha puedes ver una pipa de agua, lo que te transporta a una cultura lejana.

La imagen desafía las convenciones tradicionales por ser “una mujer real”. Hasta ahora conocías las “Venus tumbadas” de Tiziano o Velázquez pero que representaban diosas y, desnudas, no eran objeto de escándalo. Las odaliscas darán pie a representar también a “prostitutas” desnudas sin escándalos. Ingres pinta también otras obras que marcan tendencia: La bañista de Valpinçon (Abre numa nova janela) de 1808 y El baño turco (Abre numa nova janela) de 1862 afirman este gusto por el mundo oriental.

(Según el Louvre, esta y la Mona Lisa son sus imágenes más reproducidas).

El ambiente exótico

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Eugène Delacroix. Mujeres de Alger en su apartamento. 1834. Museo del Louvre.

Eugène Delacroix (1798-1863) viajó a Algeria en busca de esos motivos que estaban de moda en el arte que se llamó “orientalismo”. Quedó impresionado por la fuerza de la luz y en este cuadro intentó resumir su fascinación por ella, los ropajes y los elementos decorativos. Fíjate cómo la figura central está iluminada mientras su rostro queda en la penumbra. La escena ocurre en un harén que el pintor visitó. Según contó, lo que más le impresionó fue ver a las mujeres juntas dedicadas a sus labores y a los hijos. Así se imaginaba él a la mujer ideal.

Esta obra influyó en muchos pintores posteriores. Solamente Picasso realizó quince cuadros y más de 100 dibujos versionándolo. Aun así, en el siglo XX, es Henri Matisse quien se lleva el récord de odaliscas pintadas.

Esta obra de Delacroix marca el otro patrón a imitar: el de la vestimenta exótica y la manera de sentarse en el suelo. Te invito a comprobar cómo los pintores de odaliscas tomaron elementos de ambos referentes.

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Tópico Iconografía y mitologías

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