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Una sirena no tendrá un alma inmortal a menos que gane el amor de un hombre

Hans Christian Andersen

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La sirena es una criatura semihumana fascinante, presente en los relatos medievales. Aunque el mito proviene de la Antigüedad, es a partir del siglo VIII cuando se la representa como una mujer con cola de pez. Anteriormente era alada. Se la culpabilizaba de cantar demasiado bien, de ser una tentación y una amenaza para el caos. Pero, en el siglo XIX, la figura de las sirenas se transforma en una pregunta: ¿Y si las mujeres quisieran algo más? Si quisieran amar, hablar y caminar libremente?

A partir de esa época, el mito de las sirenas se usó en el arte como reflejo de las complejidades de la mujer y los cambios sociales que estaba experimentando. Los artistas las usaron como símbolo de los deseos amenazantes de las mujeres y de los temores de los hombres frente a sus aspiraciones.

Las sirenas de esa época son mujeres poderosas y atractivas para la mirada masculina, pero peligrosas. El temor de los hombres se dirige a que las mujeres puedan desestabilizar la sociedad patriarcal con sus ambiciones y esa tensión de géneros se observa en cada una de las obras. Los personajes masculinos encierran una lucha interna en la que corren el riesgo de ser seducidos, desarmados y aniquilados.

Muchas mujeres se vieron reflejadas en un cuento publicado por un hombre en 1837: La sirenita, de Hans Christian Andersen. Hoy te invito a un recorrido por esa época en la que las sirenas querían tener cuerpo y voluntad propios y no para seducir cantando, sino para existir.

La sirena mujer

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Elisabeth Jerichau-Baumann. La sirena. 1863.

El cuento de Andersen relata cómo una joven sirena se enamora de un humano y hace un pacto con la bruja del mar, a la que ofrece su voz a cambio de unas piernas que duelen a cada paso. Su única salvación es conquistar el amor del hombre, pero no lo consigue. No muere, pero tendrá que vivir 300 años como hija del aire hasta conseguir un alma.

La artista danesa Elisabeth Jerichau-Baumann (1819-1881) pintó varios retratos de sirenas en los que se puede ver un ser frágil en primer plano. En esta obra, la iluminación contribuye a darle un toque trágico. Jerichau fue amiga personal de Andersen y quiso retratar a la mujer atrapada en su ambición por conseguir lo que todavía se le presentaba como imposible.

Para una artista como ella, acostumbrada a moverse en un segundo plano en un mundo de hombres, no era difícil identificarse con un personaje que tuviera ambiciones y verse obligada a renunciar a muchas de ellas. Para las mujeres de su tiempo, el precio de la transformación era sufrir en silencio, sin poder cambiar su situación social y con el amor de un hombre como único objetivo. Algo que, a menudo, no conducía a ningún final feliz.

La artista nació en Varsovia y su familia era alemana. Estudió en Düsseldorf y se casó con el escultor danés Jens Adolf Jerichau, con el que vivió en Copenhague. Allí consiguió hacerse un nombre como retratista y fue una de las pocas mujeres que consiguió vivir de su trabajo.

La sirena seductora

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Gustav Wertheimer. El beso de la sirena. 85×112 cm. 1882. Museo de Arte de Indianapolis.

El austriaco Gustav Wertheimer (1847-1902) pinta aquí el beso seductor de una sirena que, aunque está medio sumergida en el agua, parece totalmente humana, lo que acentúa su poder de seducción. La feminidad se asocia al deseo y a su atractivo, con los que consigue un poder y una fuerza irresistibles.

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Topic Iconografía y mitologías

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