Se construyen demasiados muros y muy pocos puentes

(Isaac Newton)

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Estimada/o amante del arte:

Los puentes son elementos de unión entre dos puntos para superar obstáculos o accidentes geográficos. Son lugares de paso, partes de un viaje real o imaginario hacia metas soñadas. A veces, también son documentos vivientes de periodos remotos que te transportan a otras épocas pero que existen en esta. Hacen posible la comunicación y la contemplación y muchos artistas han querido plasmarlos en sus obras por su carácter histórico, poético, simbólico o reivindicativo. Te muestro esos cuatro ejemplos.

Un puente para el paisaje urbano

(Si apre in una nuova finestra)

Jean-Baptiste-Camille Corot. El puente de Mantes. 38 × 55 cm. 1868. Museo del Louvre

Camille Corot (1796-1895) pintó varios cuadros de este viejo puente de Limay, en la zona francesa de Mantes, desde diferentes perspectivas y en distintos momentos del día. Gran parte de su obra la realizó al aire libre y contagió su entusiasmo por esta actividad a muchos de sus contemporáneos.

Pintar en la Naturaleza se fue convirtiendo en un campo de experimentación que los impresionistas llevarían muy lejos. (No olvides que la fotografía se inventó en 1839, por lo que los pintores buscaron evocar las emociones provocadas por el paisaje a través de los cambios de la luz, en lugar de copiar lo que podía hacer una foto).

A partir de mediados del siglo XIX el campo deja de ser solo un espacio de trabajo para convertirse en un espacio de ocio para que la burguesía hiciera excursiones, y el paisaje pintado en los cuadros contribuye a despertar el deseo de esa actividad.

El puente viejo pintado por Corot introduce la arquitectura en el paisaje porque su motivación es construir un escenario de contemplación que incluya, además, el elemento histórico del ambiente. Lo que quiere es mostrarte el paisaje dentro de la propia ciudad, un espacio para pasear, descansar y reflexionar.

Un puente japonés en el jardín

(Si apre in una nuova finestra)

Claude Monet. La pasarela japonesa. 81 × 101 cm. 1899. National Gallery of Art. Washington

En 1874, Claude Monet (1840-1926) participa en la que posteriormente se consideró la primera exposición impresionista. El crítico Luis Leroy escribe sobre su cuadro “Impresión. Sol naciente”: (Si apre in una nuova finestra)

“Impresión, estaba claro. Yo mismo me lo decía: puesto que estoy impresionado, debe de haber impresión ahí dentro... Y, ¡qué libertad, qué soltura en la factura!…”

Es gracias al título del cuadro y a este comentario que nace el término Impresionismo para definir a los pintores cautivados por plasmar las sensaciones frente al paisaje, más que por representar el propio paisaje de manera realista. Monet fue, pues, el primer impresionista.