Punto por punto
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Querida/o amante del arte,
te cuento cómo los puntos han fascinado a varios artistas para explorar su capacidad de crear emociones, y cómo la ciencia y el arte han ido a menudo de la mano.
Puntos sin ordenador
Mientras los impresionistas pintaban cuadros sobre los efectos de la luz, dos artistas franceses, Georges Seurat y Paul Signac, decidieron explorar la capacidad óptica e inventaron el puntillismo en 1886. Era una técnica complicada y laboriosa que consistía en pintar puntos de colores sin mezclar, en lugar de pinceladas. Cuando miras un cuadro de este tipo, tu cerebro es quien mezcla los colores y, desde cierta distancia, ves los puntos como un solo color. Esto es parecido a lo que ocurre en tu ordenador todos los días. Hoy sabes que cuando amplías una imagen al máximo en tu pantalla, ves pequeños cuadrados de color llamados píxeles. Cuanto más pequeños son, mejor ves la imagen y ni siquiera los percibes. No es el mismo principio, pero quizás el símil te ayude. Imagina lo que consiguieron estos artistas sin ordenadores.
Este cuadro es el más famoso de Seurat. Mide 2 x 3 metros, tardó dos años en terminarlo y se titula Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte. Muchos artistas como Van Gogh (con Autorretrato de 1887) o Picasso (con Mujer con mantilla de 1917) se interesaron por este estilo científico. Pero pocos se mantuvieron fieles a él por su rigurosidad y porque limitaba la subjetividad.
Punto y línea sobre el plano
Wassily Kandinsky (1866-1944) fue un artista ruso que vivió en Francia y Alemania, donde enseñó en la Bauhaus. Publicó dos obras muy importantes para los artistas de todos los tiempos: "Sobre lo espiritual en el arte" y "Punto y línea sobre el plano". En esta última escribió, por ejemplo, que el efecto de un punto sobre una superficie varía según su posición, tamaño, forma o color. En la parte superior flota, en la inferior tiene más peso. Un color claro pesa menos que uno oscuro. Si es irregular, tiene menos fuerza que siendo regular, y así sucesivamente con cada forma. Sus conceptos explicaron los fundamentos de la composición e hicieron posible el nacimiento del arte abstracto, porque cuando conoces el efecto que puede tener cada forma y color en un cuadro, ya no necesitas un tema. Se pueden evocar emociones con sólo representar estos elementos.
Su obra pedagógica sigue siendo imprescindible en todas las escuelas de arte, porque exige el análisis del arte partiendo de sus elementos más simples. También fue crucial que Kandinsky fuera sinestésico, es decir, que pudiera oír los sonidos de los colores o verlos cuando oía música. Por ejemplo, explicó que el color amarillo es lo mismo que el sonido estridente de una trompeta.
El cómic hecho arte
El artista neoyorkino Roy Lichtenstein (1923-1997) también concedió gran importancia a los puntos en sus obras. Para ello, reprodujo en sus cuadros la técnica de impresión por puntos de Ben-Day de 1879. En ese tiempo, las imprentas solo disponían de los colores rojo, amarillo, azul, blanco y negro. Los demás colores se imprimían como puntos más o menos espaciados o superpuestos. La trama era inevitablemente visible. Así que Lichtenstein, que extraía sus motivos tanto de la historia del arte como de la cultura popular impresa estadounidense, decidió en 1961 pintar esos puntos que aparecían en las publicaciones y cómics que le inspiraban. Fue la versión moderna del puntillismo.
Lichtenstein era una persona sencilla que se ganaba la vida decorando escaparates, diseñando muebles y objetos o pintando obras que su mujer vendía como decoradora de interiores. No se daba cuenta que estaba inventando el Pop-Art. En una época en que el expresionismo abstracto reinaba en EEUU, nació este movimiento sin pretensiones, con el potencial de llegar a todo el mundo. Andy Warhol se sumaría a su autoría. Mientras que Lichtenstein, investigador de imágenes populares, las elevó a la individualidad de la obra única, Warhol las convirtió en un producto de fabricación en serie.
Los puntos como obsesión
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