La buena reputación es conveniente dejarla caer a los pies de la cama

(Joaquín Sabina)

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Estimada/o amante del arte:

La cama es el lugar donde duermes un tercio de tu vida, recuperas las fuerzas cuando estás enfermo o te repones del esfuerzo diario. También es el paraje de los sueños y las pesadillas, el escenario del amor y el desamor y el espacio donde nacer o morir.

Por eso muchos artistas encuentran en este objeto cotidiano la metáfora perfecta para expresar sus inquietudes. Los artistas de los ejemplos siguientes han empleado la cama para reivindicar derechos humanos, cuestionar los límites de la realidad, exponer el derecho a la intimidad o denunciar el abuso del poder institucional. ¿Quieres conocerlos?

Conseguir derechos humanos

David Hockney. The room, Tarzana. 1967

Una cama es el lugar elegido por David Hockney (*1937) para hacer “propaganda” en favor de la homosexualidad en la década de 1960, cuando todavía era ilegal en Inglaterra. El mismo año que pintó el cuadro se aprobó la Ley de delitos sexuales y se despenalizó parcialmente.

La obra muestra una habitación con pocos elementos pero muy bien cuidados. La colcha está perfectamente doblada y por la ventana entra la luz de un día perfecto. El cuerpo del joven acostado y desnudo de cintura para abajo aparece como un elemento de contraste en la escena. Es imposible no prestarle toda la atención. No solo vemos reflejada la atmósfera de ese espacio sino también la serenidad del personaje. El escenario forma parte de la intención del artista que es mostrarte la normalidad de la escena y no un ambiente perverso con el que se calificaba a la comunidad gay.

Hockney llevó su homosexualidad de manera abierta desde su tiempo estudiantil y ha representado como nadie la intimidad de estas relaciones consiguiendo situarlas en la escena del arte.

Los límites de la realidad

Cornelia Parker. The Maybe. 2013. MoMa NewYork.

La artista Cornelia Parker (*1956) realizó esta performance en el museo neoyorkino en colaboración con la actriz Tilda Swinton. Consistía en una cama protegida por una vitrina en la que ella pasó ocho horas al día durante una semana y bajo la mirada atenta de los visitantes. Con esa performance Parker cuestionaba los límites entre la vida real y la representación artística e invitaba a reflexionar sobre la naturaleza del arte, la fama y la intimidad, al tiempo que desafiaba las convenciones de la exhibición museística.